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Empresa, maximicemos beneficios pero sin olvidar la gente que nos rodea y, sobre todo, ¡el planeta!
Nuestra sociedad, ampliamente basada en el modelo capitalista, avanza a la par con y gracias a nuestra economía y, en definitiva, gracias al tejido empresarial que a través de sus inversiones genera puestos de trabajo y riqueza para ésta.
No obstante, la conciencia colectiva, unida a la aparición de internet y las redes sociales, ha facilitado el poner de manifiesto y denunciar prácticas empresariales que, con el fin de hacer progresar nuestra economía, juegan sin duda en contra de la sociedad a la que pretende servir en última instancia.
La contribución al cambio climático, la explotación infantil, las condiciones de trabajo infrahumanas, la corrupción y la disparidad en la distribución de la riqueza son ejemplos de malas praxis que, una vez denunciadas y hechas públicas, han hecho tambalear los cimientos de muchas compañías y organizaciones, afectando gravemente a su reputación incluso a largo plazo.
Como resultado, empresas y organizaciones han tomado nota e implantan cada vez más dentro de su plan estratégico medidas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Una de las definiciones de RSC reza que “es el conjunto de acciones que toman en consideración las empresas, para que sus actividades tengan repercusiones positivas sobre la sociedad y que afirman los principios y valores por los que se rigen, tanto en sus propios métodos y procesos internos, como en su relación con los demás actores” (1). Asimismo, dicha definición añade que la RSC es una iniciativa de carácter voluntario y es fácil constatar que, a día de hoy, no son pocas las empresas y organizaciones conscientes, cada vez más, de la importancia que tiene para la consecución de sus propios objetivos la responsabilidad ética para con los trabajadores y la comunidad. Simplificando, dicha responsabilidad ética se traduce en actividades llevadas a cabo por la organización que pretenden conciliar los objetivos de esta con los intereses de sus trabajadores y la sociedad en la que opera.
Uno de los criterios más utilizados para evaluar el impacto de la RSC de una organización consiste en medir su influencia en tres ámbitos: las personas, el planeta y los beneficios.
Dejando de lado el tono académico, lo que nos es fácil de deducir es que, sin planeta, no hay personas y que sin personas, ¿quién necesita beneficios?
Respetar el medio ambiente es primordial para la salud y la sostenibilidad del entorno en que vivimos y existen muchos modos de hacerlo evitando en lo posible cualquier tipo de contaminación, minimizando la generación de residuos y racionalizando el uso de los recursos naturales y energéticos. Todo puesto de trabajo es susceptible de cambios en sus procesos que contribuyan de manera sostenible al medio ambiente y que, al mismo tiempo, permitan aumentar la eficiencia de dichos procesos.
Tomemos como ejemplo el uso de papel. Es obvia la relación entre el uso de papel y la desforestación así como las consecuencias de esta última en el medioambiente. Pocos son los casos en los que el uso de papel, aunque sea mínimo, no sea habitual para el desarrollo de un puesto de trabajo, incluso en procesos importantes para la toma de decisiones como pueden ser las reuniones. ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar si su uso es imprescindible? En la mayoría de los casos la respuesta es no. No es imprescindible ya que existen hoy en día soluciones tecnológicas que permiten reducir, si no eliminar, su uso muchas veces indiscriminado a la vez que nos ayudan a agilizar nuestros deberes, aportando así una mayor eficiencia. Algunos ejemplos son la gestión documental, la distribución y almacenamiento electrónico de documentos, el uso de dispositivos móviles como tabletas (tablets), smartphones, etc.
Reducir el uso de papel puede ser un buen principio, ¿no? Entonces, ¿a qué estamos esperando?
(1 )Guía de recursos sobre responsabilidad social de la empresa (RSE), Organización Internacional del Trabajo (22-11-2007)